Hará unos tres años, en una sesión de terapia, abordé abiertamente la cuestión del niño interior (… ya tardaba en salir a la palestra). Sospecho que se ha convertido en una idea cliché de nuestra generación, en un código de lenguaje impreciso porque a veces no nos remite a nada legible. Nos imagino a todos poseídos por versiones infantilizadas, con sus pataletas y sus caprichos, haciendo prevalecer la lógica del divertimento frente a las frustraciones del día a día. ¡Niños, niños, bajad el volumen!
Puede que ser adulto sea ese juego de azar en el que la máxima es disimular que sabemos improvisar y caer de pie, que nadamos guardando la ropa, que podemos comportarnos adecuadamente en público delante de otros niños interiores trajeados para que no nos descubran como el intruso del clan. Lo cual se parece mucho a un patio de recreo, donde lo importante, en el campo de fútbol o en la periferia, es encontrar tu lugar y a tus iguales.
En el vocabulario de terminología básica para movernos entre las aguas efímeras de estos tiempos, niño interior aparece junto a relaciones tóxicas, empoderamiento, ghosting, gaslighting, match y otros anglicismos sobre las relaciones humanas que nos suenan de algún carrusel de Instagram, de algún coach con su podcast. Se basan en teorías muy profundas y elaboradas que no llegamos a investigar, adolecidos de esta fatiga crónica digital, aunque son conceptos tan manidos que suenan como cajas huecas. La realidad sólo cobra sentido cuando se experimenta en primerísima persona; los demás testimonios no penetran en nosotros salvo como relatos de cierta—ficción.
Reconectar con el niño que hemos sido puede ser un punto de partida recomendable, pero a mí me ha revelado muchas más claves el yo adolescente. Trato de mantener el contacto con esa etapa donde la cara se me deformaba, donde mi cuerpo empezaba a revelar sus secretos y en la que comprendí que existía dentro de un marco delimitado: rodeado de un mundo que interactuaba conmigo sin tregua. La entrega de hoy 📦 la inspira un texto interesante de La Mala de la Película, titulado Cosas que aprendí a los 30 y que me hubiera gustado saber antes.
El martes me propuse replicar el ejercicio: Teo (16 años), al que le está comenzando a espesar una barba todavía a parches y que navega la ruptura de su primer amor, se sienta con Teo (26 años) a charlar. Hay una regla inquebrantable para poder asegurar el diálogo: el Teo del presente puede darle hasta 10 consejos que ha aprendido en esta década al Teo del pasado, pero no puede desvelarle ningún acontecimiento concreto o romperá el equilibrio (como en La Sustancia, 2024). Por deferencia cósmica, puede agrupar su decálogo por temas; aquí, el de la amistad.
📦 Diez cosas que descubrirás sobre la amistad
Nunca volverás a ser tan joven como lo eres hoy. Trátate bien y presta atención a los discursos que te den claves para construirte como un adulto con autonomía.
Ejerce el perdón desde la empatía y el entendimiento. El perdón es una bendición que uno se otorga a sí mismo para ser más libre y sanar las heridas. Tienes el poder de restaurarte. Nunca cedas ese derecho a nadie.
Expón tus hábitos y gustos con naturalidad. Quienes los compartan, pronto comenzarán a aproximarse a tu órbita. El mejor aliado es el que surge del reconocimiento mutuo.
Lima ese concepto de mejor amigo porque denota posesión y territorialismo. Todos pertenecemos un poco a todos, pero nadie en exclusiva a alguien.
Tendrás amigos de diferentes edades. Habrá un punto en el que tener equis años arriba o abajo no será significativo para que se fragüe una relación. No seas paternalista. Tampoco mires a nadie desde la indefensión. Aprende a querer con horizontalidad.
Cuidado con idealizar al otro. Son tus proyecciones. Dale una vuelta a tu conducta y a las de esa persona para recuperar algo de objetividad.
Abraza las formas diferentes que tienen tus amigos de cuidarte. Alguien reparará en tu cumpleaños y te hará un detalle material muy elaborado. Otro te hará reír. Otro creará un espacio para poder ser vulnerable. Otro te escribirá arbitrariamente para saber cómo te encuentras.
Acepta que no eres un amigo potencial para cualquier persona. No trates de falsear una personalidad para complacer al entorno. Nada te da más autoridad que ser honesto con lo que encaja contigo.
Sé selectivo: rodéate de las personas que resuenan con tus valores y tu estilo de vida. Di que no a los planes que no te apetezcan.
Si hay química; llámalo por su nombre, pero sé consecuente. No fetichices las relaciones imposibles (válido para todos los contextos).
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Un decálogo para exponer en cualquier cabecera. Como siempre, me encanta como escribes!!